El bienestar de una mujer y de su recién nacido están interconectados y ambos pueden quedar marginados en el proceso del parto y en los meses siguientes. No basta con centrarse en prevenir la morbilidad y la mortalidad materna y neonatal. La atención durante este período debe abarcar los derechos humanos básicos, incluidos los derechos al respeto, la dignidad, la confidencialidad, la información y el consentimiento informado, el derecho al más alto nivel posible de salud y a estar libre de discriminación y de toda forma de malos tratos. Se debe reconocer y respetar la autonomía de la mujer, al igual que su bienestar emocional, sus elecciones y preferencias, incluido el derecho a tener un compañero de elección durante el trabajo de parto y el parto. El respeto y reconocimiento de la mujer puede beneficiar al recién nacido, quien también tiene derechos y requiere respeto y reconocimiento. Juntos, se debe apoyar a la mujer con su pareja y familia para cuidar y tomar las mejores decisiones para su recién nacido.