La calidad y el respeto se reconocen cada vez más como aspectos críticos de la prestación de atención de salud, y la mala calidad puede ser un factor esencial de la baja utilización de la atención de salud, especialmente para la atención materna y neonatal. Más allá del acceso diferencial a la atención, los niveles desiguales de calidad exacerban la inequidad, y quienes más necesitan servicios, incluidas las poblaciones desplazadas, migrantes y afectadas por conflictos, pueden estar recibiendo atención de peor calidad o pueden verse disuadidos de buscar atención.

Ejemplos de todo el mundo muestran que las madres y sus hijos a menudo son juzgados y maltratados por presentarse en centros sin ropa limpia o “moderna”, sin jabón ni sábanas limpias para usar en el hospital, o sin regalos como dulces o caramelos para los proveedores. Los centros con financiación insuficiente pueden depender de los ingresos de quienes buscan atención, pero negar y avergonzar a los pobres discrimina aún más a las mujeres y los recién nacidos vulnerables, al imponer una carga financiera adicional a los que ya están marginados.

La cultura del cuidado debe cambiar para crear ambientes acogedores para todos los que buscan cuidado, independientemente de su estatus socioeconómico. Nadie debe temer malos tratos, denegación de servicios o detención por falta de obsequios o pagos. Existe una necesidad urgente de garantizar que los centros de atención de salud sean espacios seguros, amigables, respetuosos y hospitalarios para las mujeres, sus recién nacidos y sus familias.