Aunque los resultados de salud han mejorado en los países de ingresos bajos y medios (PIMB) en las últimas décadas, una nueva realidad está al alcance de la mano. Las cambiantes necesidades de salud, las crecientes expectativas públicas y los nuevos y ambiciosos objetivos de salud están elevando el nivel para que los sistemas de salud produzcan mejores resultados de salud y un mayor valor social. Pero mantener la trayectoria actual no será suficiente para satisfacer estas demandas. Lo que se necesita son sistemas de salud de alta calidad que optimicen la atención de salud en cada contexto dado, brindando constantemente atención que mejore o mantenga la salud, siendo valorados y confiados por todas las personas, y respondiendo a las necesidades cambiantes de la población.

En esta Comisión afirmamos que brindar servicios de salud sin garantizar un nivel mínimo de calidad es ineficaz, derrochador y poco ético. Pasar a un sistema de salud de alta calidad, uno que mejore la salud y genere confianza y beneficios económicos, es principalmente una decisión política, no técnica. Los gobiernos nacionales deben invertir en sistemas de salud de alta calidad para su propia gente y hacer que dichos sistemas rindan cuentas ante la gente a través de legislación, educación sobre derechos, regulación, transparencia y una mayor participación pública. Los países sabrán que están en el camino hacia un sistema de salud responsable y de alta calidad cuando los trabajadores de la salud y los formuladores de políticas opten por recibir atención médica en sus propias instituciones públicas.